Solemos considerar que compartimos la misma sensibilidad y las mismas necesidades. Es en parte un error. Existe una variedad de sensibilidades y por consecuencia tenemos necesidades diferentes.
Esto se hace sentir particularmente en el ámbito de las relaciones. En pareja muchas veces pensaremos que el otro comparte las mismas necesidades que nosotros en término de espacio, afecto, atención. Este pensamiento conduce a numerosas decepciones. Tomamos así personalmente una simple diferencia de temperamentos y de sensibilidad. Es lo que llamo empatía egocéntrica. Nos cuesta entender porqué el otro no recibe con alegría lo que nos gusta a nosotros, nos indignamos porque el otro no ve lo que nos parece obvio, tachamos de excesivas las necesidades que no entendemos.
Existen concretamente varias tendencias de perfiles neuropsicológicos. Podemos nombrar asperger, dislexia, tdah, discalculia, personas altamente sensibles, introvertidos, schizo, bipolar,… Estos perfiles son variables y muchas veces se solapan. Siguen siendo etiquetas imprecisas a la vez que reflejan diferencias que existen concretamente. Tal como existen muchos grados y matices de ojos marones, existen también muchos matices de bagaje neuropsicológicos. Cada uno se identificará más o menos a una etiqueta más que otra. La idea principal detrás del concepto de neurodiversidad es que estar fuera de la norma esperada no es estar enfermo. Cada sensibilidad merece su lugar, cada perceptividad contribuye a la riqueza de nuestra sociedad. Obviar esto es imponer una normativa que genera sufrimiento a la vez que desperdicia talentos y complica las relaciones.
En algunos ámbitos de psicoterapia la tendencia es atribuir todos estos aspectos del temperamento a la infancia y la relaciones de apego. Es una visión sensata que debe sin embargo estar aplicada con miramiento. El debate innato/adquirido o biológico versus psicológico es anticuado, muchas veces estos niveles son inextricables y pueden existir a la vez, una explicación estando compatible y enriqueciendo la otra. Lo dañino es tener una visión radical que atribuye sistemáticamente las diferencias emocionales, sociales, perceptivas a las relaciones. Considerando así que las variaciones son una patología causada por malas relaciones que se deben rectificar. Esta forma de ver, aplicada ciegamente, es culpabilizante, ineficaz y una fuente de sentimientos que generan impotencia.
Variamos en relación a las necesidades que tenemos de limpieza, de orden, de silencio, de estimulación, de contacto, de resolución, de previsibilidad, de control, de novedad, de comunicación profunda,… Esto es legítimo y válido, no es enfermizo estar fuera de la media.
Esto no significa que todo es válido y que podemos refugiarnos detrás de una etiqueta. Significa que tenemos una responsabilidad de auto conocimiento, autogestión, de desarrollar formas de compensar carencias, tomar elecciones acorde con nosotros, informar a los demás de nuestras particularidades. La idea es simplemente poder cohabitar cómodamente juntos y beneficiar de lo que cada uno puede aportar.
Ser neuroatípico no es algo de que tener vergüenza. Tenemos el derecho de sentir lo que sentimos. Es válido. Podemos sentir legitimidad de defender nuestras necesidades y límites. Esto, siendo responsable, flexible y respetuoso de los demás.